AgForest desarrolla algoritmos para aplicaciones diversas: desde localizar amianto hasta detectar fugas en el saneamiento
Un estudio de la revista Nature reveló en 2020 que la masa de todo lo construido por el ser humano supera ya a la biomasa. Es decir, lo artificial pesa más que lo natural. Fue una sorpresa que impactó al malagueño Pablo Quesada, licenciado en Geografía y Gestión del Territorio, y especializado en el tratamiento e interpretación de datos geoespaciales. “Entendí que había que hacer algo. Y que la batalla por la sostenibilidad se podía librar también a mil kilómetros de distancia: la información de los satélites es clave”, recuerda. Fue el punto de partida de AgForest, start-up que nació en 2022 y comenzó a comercializarse en verano de 2023. En ese año facturó sus primeros 300.000 euros y consiguió la rentabilidad.
El primer proyecto de la compañía partió de un cambio legal. Desde la primavera de 2021, España exige a los municipios un mapa del amianto existente en sus territorios y que, poco a poco, lo desmantelen. “Fue una oportunidad de negocio”, recuerda Quesada, socio fundador junto a Juan Carlos Martín Sánchez y Santiago Iglesias. El emprendedor desarrolló un algoritmo que, gracias a la interpretación de las imágenes de los satélites, detecta con una precisión del 90% las cubiertas de uralita, principal contenedor del material cancerígeno. El sistema, además, da a conocer si está instalado en lugares de especial riesgo, como centros de salud o colegios, para proponer un plan de prioridades. Valladolid fue su primer cliente y, pronto, se sumaron municipios como Ibiza, Tarrasa, Antequera, Málaga o Legazpi.
La aplicación de esta tecnología es hoy la punta de lanza de AgForest, que ha creado una primera versión de software. Mediante licencias de pago, permite a los usuarios mejorar la gestión del ciclo de vida del amianto: desde un mapeo de las ubicaciones hasta actualizaciones con trabajo de campo y retiradas del material. “La idea es que en esa plataforma haya otras informaciones para convertirla en una herramienta para la gestión sostenible de las ciudades”, dice Quesada. La firma ha anunciado la inversión de seis millones hasta 2028 para su área de I+D+i y desarrollar nuevas aplicaciones en tres ámbitos principales: residuos y contaminación, gestión de recursos hídricos, y análisis de riesgos ambientales, económicos y de biodiversidad.
“Las posibilidades son muchas”, destaca, consciente de las múltiples perspectivas que otorga el análisis de las imágenes obtenidas por satélites públicos y privados. Para demostrarlo, la empresa ha desarrollado proyectos con administraciones públicas para detectar islas de calor en las ciudades —lugares que, por sus materiales, atrapan el calor y aumentan las temperaturas— o estimar la capacidad de captura de carbono del suelo. También han conseguido modelos predictivos para detectar fugas de agua en la red de saneamiento o contaminación de aguas. En Portugal han monitorizado una plantación de almendros: su tecnología ha permitido saber el número exacto de árboles, cuántos no crecen como deberían, cuándo es el punto óptimo de maduración del fruto e incluso estimar la producción del año. Durante 2024 esperan superar el millón de euros de facturación.
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